miércoles, 24 de marzo de 2010

SAG YMATH ENYË ARAMAT (De Ymath y Aramat) (Parte1)


Luego de la rendición de la ciudad de Tlöe, los ejércitos de Uruwya se dedicaron a destruir y saquear. El valle de Korë fue arrasado. Las villas y los sembradíos fueron incendiados y muchos murieron. Allochar y algunos de sus hombres lograron huir hacia los bosques del Norte, pero pronto el hambre y las fieras fueron mermando su número y su espíritu.

Meses más tarde, los hombres de Uruwya encontraron el cuerpo de Allochar. Viéndose sólo y sin fuerzas para defenderse de sus enemigos, se lanzó sobre su espada para evitar que lo atraparan.

Uruwya comenzó a sentirse inquieto. Sus orgías eran cada vez más famosas por los excesos que implicaban, los animales que participaban y las vidas que costaban. Pero Uruwya estaba insatisfecho. Su ambición no lo dejaba dormir. Sólo pensaba en el último bastión de la gente de Ashka: Myrvadiel, el Castillo de la Dama. Uruwya decidió atacar.

La ofensiva comenzó con algunas escaramuzas, que fueron fácilmente rechazadas por los Hörni, los arqueros de la guardia. Durante meses trataron de acercarse los capitanes de Uruwya a las murallas. Pero únicamente conseguían la muerte o una vergonzosa retirada.

Llegó el invierno. Uruwya seguía enviando sus ejércitos a estrellarse contra los muros de Myrvadiel. Los guerreros comenzaron a odiar a su soberano, y en sus espíritus engendraron el deseo de asesinarlo. En primavera se produjo una gran rebelión y el propio Uruwya tuvo que tomar el mando de las tropas leales para someter a quienes en otro tiempo habían sido sus mejores capitanes. Los prisioneros fueron desollados vivos y las cabezas de los jefes rebeldes - entre ellas la del hijo menor de Uruwya - colgadas de las murallas de Tlöe.

El Castillo de la Dama se convirtió en un imposible para la ira de Uruwya que, poco a poco, fue desistiendo de su idea de tomarlo. En otoño partió hacia el Este, buscando nuevas tierras que conquistar y más nunca se le volvió a ver en el valle de Korë. Su hijo heredó el trono y se dedicó a consolidar su poder. El odio hacia Myrvadiel oscurecía su corazón y juró a destruirlo o morir ante sus puertas.

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