domingo, 14 de junio de 2015

Lady Aryse Stormglance (v)

La gloria sobre la propia muerte. Recordaba Lady Aryse mientras contemplaba los campos cultivados que se extendían desde el sotobosque hasta las orillas del río. Tres inviernos habían ya dejado su huella sobre esos mismos campos desde el ataque de las huestes de Danghor Blekka. No habían recibido palabra nueva alguna sobre el Señor de la Muerte y sus tropas desde que se les vio embarcarse en los puertos norte con rumbo aún desconocido.

La gente de Vurathi comenzaba a prosperar. Los cultivos se fortalecían. Las reparaciones en el castillo estaban casi completas. Las puertas habían sido reforzadas y se habían construido dos nuevas torres de vigilancia con almenas reforzadas y lugar para más arqueros. El puente levadizo también estaba reforzado y su mecanismo había sido mejorado gracias a la ayuda de los Elfos del Bosque Alto. La casa de Q´nar era fuerte nuevamente. Sus tropas podían cuidar caminos y villas. La guardia del castillo era más poderosa que nunca con los nuevos integrantes de la raza de los Enalfos y sus poderosos arcos y relucientes hachas.

Todos los esfuerzos habían estado concentrados en la defensa, la preparación para soportar el nuevo ataque de Blekka. Pero el ataque no había llegado. Eso hacía que Lady Aryse se sintiese incómoda, incluso molesta. Hubiese preferido luchar, vencer o morir. Pero la incertidumbre no le permitía estar en paz, no le permitía sonreír. Mucho menos le permitía bajar la guardia y disfrutar de los manjares que ante ella venían colocando sus sirvientes. Sobre la gran mesa del salón de armas se entibiaba la deliciosa carne de un jabalí. Sus capitanes disfrutaban de perdices asadas y conejos en salmuera y ajo. Frutas, quesos, vinos y cerveza. Todo para celebrar un nuevo año de paz y restauración.

La gloria sobre la propia muerte. La frase se repetía en la mente de Lady Aryse. Igualmente se repetían las imágenes de las vidas perdidas enfrentando a Blekka. Imágenes de muerte y desolación que se mezclaban con las de su padre y hermanos, muertos por los Filbatha hace tanto tiempo. Sólo un elemento en común. Wyverns.

¿Había alguna conexión? ¿Eran los mismos nigromantes? ¿Eran ataques aislados? ¿Trataba alguien de destruir la casa de Q’nar? Las preguntas se agolpaban en su cabeza como rocas que caen de la montaña y encuentran a su paso un gran roble caído. Wyverns. Era muy difícil saber el origen de aquellas bestias que hacía tanto tiempo no habitaban en toda la vasta tierra del continente. ¿De dónde habrían llegado? ¿Volverían?

Las preguntas torturaban a Lady Aryse mientras trataba de ser amable con los comensales que la rodeaban e intentaban animarle. Sólo Taari comprendía que lo mejor era no importunarla. Su señora, Lady Aryse Stormglance de seguro requería concentrar su mente en algo que resultaría muy importante, mucho más importante que aquella deliciosa comida y aquella dulce música que se escuchaba en el gran salón de armas.

Pasaron algunas semanas y llegaron noticias de un grupo de guerreros que recorrían el campo, las tierras de Vurathi allende el Bosque Alto y las cabeceras del río. Un grupo extraño, sombrío y silencioso.

Evitaban a la gente y se movían de noche preferiblemente. Se decía que varias bestias los acompañaban, pero nadie sabía precisar cuáles. No parecían hostiles. No habían atacado a nadie. No habían asaltado ninguna villa ni habían molestado a viajero alguno en los caminos del señorío. No obstante, eran forasteros. Y en Vurathi los forasteros no eran considerados como buenas nuevas.

Lady Aryse ordenó doble guardia en el castillo. Las patrullas aumentaron en las tierras cercanas a la fortaleza. Se enviaron mensajes para advertir a los Elfos de Bosque Alto y a los Enanos de las Cuevas Rotas. Ambos pueblos respondieron reafirmando su alianza con Vurathi.

Una tarde, cuando el sol empezaba a declinar en el horizonte, una patrulla arribó a todo galope a las puertas del castillo. Apenas había desmontado, el cabo que comandaba la patrulla pidió hablar con Lady Aryse Stormglance. Pheshog escuchó la solicitud del oficial mientras caminaba a hacia las caballerizas para revisar a su caballo y decidió acompañarlo para evitar que la Guardia pudiese retardar la llegada del cabo ante su señora.

- Ven conmigo Thigald. Le dijo al oficial - Yo te llevaré ante Lady Aryse.

La encontraron en la torre de la ciudadela, mirando hacia el camino principal desde el borde del muro.

- Mi señora. Se atrevió Pheshog - Hay nuevas sobre la inesperada comitiva.

- Habla Thigald. Respondió Lady Aryse mientras giraba su rostro y miraba directamente, primero a Pheshog y luego al joven cabo.

- Mi lady Aryse. Se dirigen hacia el castillo - Dijo en tono grave el joven Thigald. Sereno pero expectante al mismo tiempo.

- Sí. Respondió Lady Aryse - Estarán aquí con el anochecer de mañana.

- Con toda certeza mi señora - intervino Pheshog sin salir de su asombro.

- Enviaron un mensaje, Pheshog - dijo sonriendo a su capitán. - Me fue entregado hace poco enviaron un Pájaro Monje. Un ave extraña para esta región, pero es una extraña comitiva así que no fue tampoco una gran sorpresa.

- Preparen todo Pheshog. Habla con Taari, Wimrdä y Nugurtha. Que todos estén dispuestos y alerta. Esta vez no nos pueden sorprender.

La dejaron en la torre de la ciudadela, mirando hacia el camino principal desde el borde del muro. Algo le decía a Pheshog que su señora dormiría poco esa noche. 

Lady Aryse sabía que sus capitanes se preocuparían pero no podía cerrar los ojos ante esta posible amenaza cerniéndose sobre Vurathi cuando apenas comenzaban a recuperarse. Se sentía cansada, pero la llama de la casa de Q'nar no dejaba de arder en su interior. Lucharía hasta el final por su gente y su linaje.