lunes, 18 de febrero de 2013

CIERTA TRISTEZA



Es extraña la tristeza cuando te inunda el pecho, pero no logra nublar la mente. Prefiero entonces el dolor a la claridad de conciencia. Es envidiable la posibilidad de someterse a los vaivenes de la emotiva volatilidad, sin saberse víctima de la propia ceguera.

Que gloriosa la rabia, que dulces las lágrimas, que hermosos los ojos inyectados de furia cuando se comparan con esta necia capacidad de estar sereno y de trashumar entre las penas.

Cambiaría cada minuto de comprensión y angustia, por un rato de irracionalidad y compulsiva alegría. 

Romper las barreras del optimismo y declararme feliz por algunos momentos, sin importar el peso de mis palabras o la solidez de sus cimientos.

Que disfrute el de tentar al verbo con lo imposible y sucumbir ante lo evidente. Cómo cerrar la mente y entregarse a los desatinos del humor creciente.

Cómo lograr que esta gloriosa comprensión se aleje y me acerque así a la soledad de los otros. Grandioso poder emular la risa y gozo, para abrazar las banderas de la inconsciencia. Tremendo poder llorar y cruzar las aguas caudalosas de la paciencia.