lunes, 7 de enero de 2013

¿Qué podemos aprender de EL SEÑOR DE LOS ANILLOS?

Es bueno saber que se puede contar con amigos influyentes, así que, sentado en el muelle hago la pregunta. Mi amigo sonríe. Yo me siento un poco incomodo. Finalmente me responde y escucho una sola palabra: “uuvea (Mucho). Es la palabra que se le ocurre para contestar una pregunta sobre lo que podemos aprender de El Señor de Los Anillos.

“Y así sola -admite apacible mi amigo- es una palabra tan pobre, tan simple y tan mediocre para tratar de abarcar todo lo que esta pieza genial de literatura puede aportar para cada uno de nosotros, que no parece una respuesta digna.”

Cada pasaje, cada evento y giro inesperado de la trama nos deja algo, un exquisito deseo de participar, el sublime temor de que algo malo pase a continuación y una sabiduría innegable transmitida por el autor en cada uno de sus personajes. Aragorn es el compromiso, Gandalf la humildad y la nobleza, Arwen la lealtad, Sam Gamyi la amistad y la abnegación, Gollum la tragedia de la debilidad manipulada y la insaciabilidad de la avaricia, los Nazgul el precio el poder inmerecido, los Orcos el peso de la esclavitud del corazón, los enanos la fiereza y la terquedad, Boromir la torpeza del inmediatismo, Sauron la maldad.

El Señor de Los Anillos nos puede llevar a considerar cuestiones filosóficas fundamentales, puede alegrarnos y entristecernos. Nos habla de los bosques, nuestras víctimas silentes y de su posible venganza. Nos toca en muchas facetas de nuestra vida, de la que tenemos, la que quisiéramos tener y la que nunca desearíamos vivir. Nos enseña a tomar posición respecto a principios éticos a medida que conocemos y evaluamos cada personaje. Nos presenta la muy sutil frontera entre el bien y el mal, así como lo difícil que es mantenerse siempre de un mismo lado. No obstante, la recompensa es enorme cuando se escoge el lado correcto y se es fiel a los compañeros de viaje y al compromiso adquirido.

Pero, más allá de cualquier consideración racional, El Señor de Los Anillos nos enseña a creer. Tolkien nos enseña a creer en los árboles, en los elfos, en los amigos, en la bondad, en el valor, en la firmeza, en la lealtad, en las promesas y en las alianzas, así como en las consecuencias de nuestros actos en el medio inmediato de nuestra existencia y en áreas más alejadas de nuestra conciencia.

Y con Frodo, especialmente con Frodo, aprendemos a creer en la posibilidad infinita de ser héroes en nuestro propio tiempo, con acciones simples, sin necesidad de hechos gloriosos y discursos grandilocuentes. Por ello son los hobbits, los medianos, seres que han pasado prácticamente desapercibidos durante muchísimo tiempo a los ojos de las demás criaturas de la Tierra Media y en particular a los ojos de Sauron, el Señor Oscuro, que los considera insignificantes y sin mayor trascendencia, quienes tienen el poder de salvar a Elfos, Hombres, Ents, Ucornos, Beórnidas, Aguilas, Bosques, Lagos y, en fin, todo lo creado.

Son ellos, los hobbits, quienes pueden derrotar a Sauron, destruyendo el Anillo Unico, en las propias narices del Señor Oscuro. No hace falta ser un gran Lord Elfo, ni un descendiente de las Grandes Casas de los Edain. Se puede ser sólo un hobbit. Tener como principales placeres fumar pipa y conversar, y aun así salvar a todos, sin que muchos se enteren. Así, cada uno de nosotros puede tener su propia oportunidad. Quizás no logremos salvar la Tierra Media, pero podemos salvar un árbol, un animal abandonado, un niño perdido, un vecino atrapado en un ascensor.

Con cada acto pequeño, podemos ser como Frodo y ayudar a salvar nuestra propia Tierra Media, porque podemos creer y ser héroes anónimos. Podemos ser como ese hobbit que, temeroso, logró destruir al más temible de los entes de la oscuridad que intentaba dominar y destruirlo todo para su propio beneficio. Nada más poderoso que el heroísmo de la gente común luchando por una causa justa y en beneficio de muchos. Quizás aún falten por enumerar muchas de las cosas que se pueden aprender al leer El Señor de Los Anillos. A mi me basta con estas. Círdan sonríe de nuevo y me dice que debemos zarpar, ya no podemos permanecer más tiempo en los Puertos Grises.