sábado, 15 de agosto de 2015

Lady Aryse (vi). La maravillosa cabalgata

La singular comitiva ya había generado toda clase de rumores, relatos y expectativas. En varios lugares ya se le mencionaba como la gloriosa comitiva o la cabalgata maravillosa. Arribaron a la fortaleza Vurathi según lo esperaba Lady Aryse, al anochecer.

Una extraña formación de gentes, animales, vestimentas y colores muy diversos se aproximaba lentamente a las puertas del Castillo de la casa de Q’nar. Por encima de esos detalles, Lady Aryse prestó particular atención al líder del extraño grupo. Más alto que la mayoría de los hombres que había conocido, incluyendo su propio hermano, el más alto entre la gente de Vurathi, parecía deslizarse junto con su montura un hermoso caballo de pelaje dorado y poderosa estampa. Aquel jinete no la miraba, pero podía sentir la fuerza de sus ojos sobre los suyos, como si estuviesen frente a frente.

- No debe temernos, mi señora. - La voz de aquel extraño resonó con gentil firmeza en su mente. - Sólo estamos de paso y la mitad de las cosas que se dicen sobre nosotros son mentira. La otra mitad … la otra mitad, sólo exageraciones. Traemos noticias, sabiduría y algo de ayuda. No han sido tiempos tranquilos ni agradables, no solo para vosotros aquí en Vurathi, sino para muchos otros lugares, cercanos y lejanos.

La sensación de calma y confianza que le pareció recibir en las palabras del forastero, le hicieron sentirse incómoda. Sacudió su cabeza e inspeccionó, ligeramente nerviosa, la empuñadura de su espada. Entonces pudo darse cuenta. Un torbellino de ideas se apoderó de su mente, pero logró mostrarse lo más sosegada que pudo. Estaba en las puertas de la fortaleza. Había bajado desde la muralla sin darse cuenta, sin conciencia de sí. Al mirar a su alrededor, comprendió que todos a su alrededor tampoco tenían muy claro cómo habían llegado hasta las puertas, desde los lugares en dónde se encontraban hasta hacía algunos instantes.

- Mi nombre es Eham, mi señora. – Dijo el líder de los forasteros. Lady Aryse escuchó la misma voz que había escuchado en su mente antes, cuando aún la comitiva no estaba cerca del puente levadizo de la fortaleza.

Un segundo jinete se acercó sobre un elegante corcel negro. Sus ropajes no dejaban lugar a duda. Se trataba de un habitante de la ciudad de Fyur. Camisa y pantalones oscuros, chaleco de piel y una banda de cuero en el cuello.

Venimos bajo el manto de la noche, pero traemos claridad en nuestras intenciones y únicamente entregamos paz a quienes nos reciben con los brazos abiertos y el corazón dispuesto. Mi nombre es Vlidam Takeno, amo de las palabras. Mercenario y poeta de la ciudad libre de Fyur.

Lady Aryse aún no lograba articular palabra, pero su desconfianza crecía con cada instante que pasaba. A su alrededor, Taari el viejo, Pheshog, Wimrdä, Nugurtha e incluso el joven Thigald se preparaban para la refriega que estaba por comenzar. Arriba en las almenas, los arqueros vigilaban, sus flechas apuntando desde sus arcos tensados. La Guardia de la fortaleza, Vurathi-kog, estaba lista para proteger a Lady Aryse y hacer gala de su valentía frente a aquellos intrusos.

Aquel que se hacía llamar Eham habló de nuevo.

- Gente de Vurathi, valerosos hermanos. – Su voz pareció elevarse y alcanzar a todos aquellos presentes en Vurathi-kog. – No hemos venido a traerles más guerra, tampoco sufrimiento. No venimos a conquistar ni a engañar, no venimos a robar ni a traicionar. Estamos de paso, no nos quedaremos, pero necesitamos permanecer entre ustedes algunos días. Ustedes necesitan de nosotros aunque ustedes aún no lo saben. Traemos canciones, traemos nuevas, traemos conocimiento y algo de esperanza. Si sus corazones y sus mentes están dispuestos, será mucho lo que dejaremos entre ustedes.

Lady Aryse Stormglance pareció comprender un mensaje secreto en las palabras de Eham. Había firmeza, pero también había certeza y melancolía en su voz. Eran las palabras de un guerrero incansable que, sin embargo, comenzaba a sentir la posibilidad de la derrota. Era la misma extraña sensación, que la había invadido en la batalla contra las huestes de Dhangor Blekka. La misma sensación que inundó su mente al pensar en los Wyverns que acompañaron, primero a los Filbatha y luego a Blekka. Aún sentía recelo, pero decidió confiar en aquel que se hacía llamar Eham.

- ¡Gente de Vurathi! – Habló entonces Lady Aryse Stormglance. – Daremos la bienvenida a estos forasteros que nos visitan. Demuestren la bien conocida hospitalidad de Vurathi con aquellos que vienen en paz y en paz se retiran de nuestras tierras. Algo me dice que hay verdad en las palabras que recién escuchamos. No teman. No duden. Yo, Lady Aryse Stormglance, Señora de la Casa de Q’nar, prometo que será una visita provechosa y que los protegeré de cualquier daño que pudiese llegar de manos de estos visitantes o de otros. ¡Gellam Tanatur Vurathi!

Era lo que todos esperaban. Nadie en Vurathi quería más muerte, ni más dolor. Apenas estaban recuperándose de los ataques de los Filbatha y de las huestes de Blekka. Las cosechas comenzaban a brindar suficiente para comerciar con los señoríos más cercanos y lograr intercambios con grandes beneficios para Vurathi. Cuero y vestidos llegaban desde Dirbah, buen acero desde Vilant, alumbre desde Herom, estaño y plata desde Karon, incluso algunas joyas elaboradas en la lejana Sharaz. Había canciones en las tabernas y nuevos llantos de bebé en la mayoría de las moradas de los Vurathinii. Los tiempos habían mejorado y realmente nadie quería batallas, sangre ni gloria, si era posible evitarlo.

Agradecido mi Señora. - Habló nuevamente Eham. - Estoy seguro habéis tomado la mejor decisión.

- Habla sinceramente. – Pensó Lady Aryse.

- Estaremos en Vurathi solo el tiempo necesario y esperamos ser recordados como hermanos, una vez que nos alejemos de vuestras tierras. - Culminó Eham.

- Mi Lady Aryse. - Volvió a hablar Vlidam Takeno, el Fyurense, mientras Eham sonreía. - Aún debemos compartir con ustedes una noticia más. Aún no está completa nuestra comitiva.

Eham hizo una señal y otro de los miembros de la “cabalgata maravillosa”, un Turvendino de rostro cerrado, hizo sonar su cuerno. El suelo bajo los pies de Lady Aryse y su gente comenzó a temblar. Dos enormes figuras aparecieron entre los árboles del bosquecillo cercano.

- Son Ergan y su hijo Trog. Gigantes de la isla de Masxut. Con ellos también se acerca Slaura y sus lobos. - Explicó Eham.

Una joven de aspecto muy peculiar apareció detrás de los gigantes, seguida por una gran manada de lobos. Eran grandes, majestuosos y tranquilos. Más de una veintena de fieras lideradas por una joven casi desnuda.

- Ella es Slaura, mi Lady Aryse.- Continuó Eham. Ella y sus lobos se quedaran afuera. Erga y Trog también. Están acostumbrados.



Finalmente, quince jinetes, dos carros y cuatro perros cruzaron el puente levadizo y entraron en Vurathi-kog. Cada uno de los miembros de la comitiva saludó a los presentes al entrar. Un saludo sencillo, formal y trascendente. Muchos en Vurathi aún recuerdan esa noche, ese saludo.

Lady Aryse encargó a Pheshog de la estadía de la extraña comitiva que acababa de cruzar las puertas de la fortaleza. Taari el Viejo, quedó a cargo de Slaura, los lobos y los gigantes de la isla de Masxut. Eham fue el último en pasar. Se detuvo un momento y le habló a Lady Aryse.

- Mi señora. En verdad os agradezco vuestra voluntad y vuestra hospitalidad. No os arrepentirás Lady Aryse Stormglance! – Dijo emocionado.

Lady Aryse no estaba segura de comprender aún todo lo que estaba sucediendo. Pero su intuición le decía que aún faltaba mucho por descubrir sobre la “cabalgata maravillosa” y sus efectos sobre la gente de Vurathi y el destino de la casa de Q’nar.

Extraños tiempos comenzaban a transcurrir. De eso estaba segura. Algo se había puesto en marcha. Algo que definiría el futuro no sólo de Vurathi, sino quizás de todo el continente e incluso más allá de los mares circundantes.

domingo, 14 de junio de 2015

Lady Aryse Stormglance (v)

La gloria sobre la propia muerte. Recordaba Lady Aryse mientras contemplaba los campos cultivados que se extendían desde el sotobosque hasta las orillas del río. Tres inviernos habían ya dejado su huella sobre esos mismos campos desde el ataque de las huestes de Danghor Blekka. No habían recibido palabra nueva alguna sobre el Señor de la Muerte y sus tropas desde que se les vio embarcarse en los puertos norte con rumbo aún desconocido.

La gente de Vurathi comenzaba a prosperar. Los cultivos se fortalecían. Las reparaciones en el castillo estaban casi completas. Las puertas habían sido reforzadas y se habían construido dos nuevas torres de vigilancia con almenas reforzadas y lugar para más arqueros. El puente levadizo también estaba reforzado y su mecanismo había sido mejorado gracias a la ayuda de los Elfos del Bosque Alto. La casa de Q´nar era fuerte nuevamente. Sus tropas podían cuidar caminos y villas. La guardia del castillo era más poderosa que nunca con los nuevos integrantes de la raza de los Enalfos y sus poderosos arcos y relucientes hachas.

Todos los esfuerzos habían estado concentrados en la defensa, la preparación para soportar el nuevo ataque de Blekka. Pero el ataque no había llegado. Eso hacía que Lady Aryse se sintiese incómoda, incluso molesta. Hubiese preferido luchar, vencer o morir. Pero la incertidumbre no le permitía estar en paz, no le permitía sonreír. Mucho menos le permitía bajar la guardia y disfrutar de los manjares que ante ella venían colocando sus sirvientes. Sobre la gran mesa del salón de armas se entibiaba la deliciosa carne de un jabalí. Sus capitanes disfrutaban de perdices asadas y conejos en salmuera y ajo. Frutas, quesos, vinos y cerveza. Todo para celebrar un nuevo año de paz y restauración.

La gloria sobre la propia muerte. La frase se repetía en la mente de Lady Aryse. Igualmente se repetían las imágenes de las vidas perdidas enfrentando a Blekka. Imágenes de muerte y desolación que se mezclaban con las de su padre y hermanos, muertos por los Filbatha hace tanto tiempo. Sólo un elemento en común. Wyverns.

¿Había alguna conexión? ¿Eran los mismos nigromantes? ¿Eran ataques aislados? ¿Trataba alguien de destruir la casa de Q’nar? Las preguntas se agolpaban en su cabeza como rocas que caen de la montaña y encuentran a su paso un gran roble caído. Wyverns. Era muy difícil saber el origen de aquellas bestias que hacía tanto tiempo no habitaban en toda la vasta tierra del continente. ¿De dónde habrían llegado? ¿Volverían?

Las preguntas torturaban a Lady Aryse mientras trataba de ser amable con los comensales que la rodeaban e intentaban animarle. Sólo Taari comprendía que lo mejor era no importunarla. Su señora, Lady Aryse Stormglance de seguro requería concentrar su mente en algo que resultaría muy importante, mucho más importante que aquella deliciosa comida y aquella dulce música que se escuchaba en el gran salón de armas.

Pasaron algunas semanas y llegaron noticias de un grupo de guerreros que recorrían el campo, las tierras de Vurathi allende el Bosque Alto y las cabeceras del río. Un grupo extraño, sombrío y silencioso.

Evitaban a la gente y se movían de noche preferiblemente. Se decía que varias bestias los acompañaban, pero nadie sabía precisar cuáles. No parecían hostiles. No habían atacado a nadie. No habían asaltado ninguna villa ni habían molestado a viajero alguno en los caminos del señorío. No obstante, eran forasteros. Y en Vurathi los forasteros no eran considerados como buenas nuevas.

Lady Aryse ordenó doble guardia en el castillo. Las patrullas aumentaron en las tierras cercanas a la fortaleza. Se enviaron mensajes para advertir a los Elfos de Bosque Alto y a los Enanos de las Cuevas Rotas. Ambos pueblos respondieron reafirmando su alianza con Vurathi.

Una tarde, cuando el sol empezaba a declinar en el horizonte, una patrulla arribó a todo galope a las puertas del castillo. Apenas había desmontado, el cabo que comandaba la patrulla pidió hablar con Lady Aryse Stormglance. Pheshog escuchó la solicitud del oficial mientras caminaba a hacia las caballerizas para revisar a su caballo y decidió acompañarlo para evitar que la Guardia pudiese retardar la llegada del cabo ante su señora.

- Ven conmigo Thigald. Le dijo al oficial - Yo te llevaré ante Lady Aryse.

La encontraron en la torre de la ciudadela, mirando hacia el camino principal desde el borde del muro.

- Mi señora. Se atrevió Pheshog - Hay nuevas sobre la inesperada comitiva.

- Habla Thigald. Respondió Lady Aryse mientras giraba su rostro y miraba directamente, primero a Pheshog y luego al joven cabo.

- Mi lady Aryse. Se dirigen hacia el castillo - Dijo en tono grave el joven Thigald. Sereno pero expectante al mismo tiempo.

- Sí. Respondió Lady Aryse - Estarán aquí con el anochecer de mañana.

- Con toda certeza mi señora - intervino Pheshog sin salir de su asombro.

- Enviaron un mensaje, Pheshog - dijo sonriendo a su capitán. - Me fue entregado hace poco enviaron un Pájaro Monje. Un ave extraña para esta región, pero es una extraña comitiva así que no fue tampoco una gran sorpresa.

- Preparen todo Pheshog. Habla con Taari, Wimrdä y Nugurtha. Que todos estén dispuestos y alerta. Esta vez no nos pueden sorprender.

La dejaron en la torre de la ciudadela, mirando hacia el camino principal desde el borde del muro. Algo le decía a Pheshog que su señora dormiría poco esa noche. 

Lady Aryse sabía que sus capitanes se preocuparían pero no podía cerrar los ojos ante esta posible amenaza cerniéndose sobre Vurathi cuando apenas comenzaban a recuperarse. Se sentía cansada, pero la llama de la casa de Q'nar no dejaba de arder en su interior. Lucharía hasta el final por su gente y su linaje.