sábado, 20 de marzo de 2010

HAMBRE

El Sol se oscurecía. No había hojas, no había orugas y el hambre acuciaba. Finalmente se decidió. Devoró al niño que había cuidado durante varios días. Su carne era tierna y con cierto aroma dulzón. No pudo soportarlo. Vomitó. Pero el hambre desapareció. La luz se tornó gris y seca. El hambre regresó. La garganta se hizo testigo de su ira y no volvió a tragar. Su piel comenzó a secarse y dejó de moverse. Cuando lo encontraron parecía dormir apaciblemente. Su piel se había desecado por completo. A su lado estaban todavía algunos de los huesos del bebé que había intentado devorar. Los del pueblo decidieron no sepultarlo. No lo merecía. Además tenían mucha hambre. Lo devoraron y todo quedó olvidado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario