jueves, 3 de junio de 2010

El celta moribundo

Moriré pronto. Desde aquí veo la mano de mi hermano Naógain. Antes vi su cabeza, lejos de su cuerpo. Los Fir Figda arrancaron muchas cabezas, que abandonaron los hombros de muchos guerreros. Quizás Tara ya ha sido destruida. Es mi hermano. Su mano lleva el anillo que le diera el hermano de mi hermana, Crimthan, rey de Tara.

Durante la batalla vi el caldero del Dagda rodar por la colina. El dios corrió tras él y nos abandonó. Ya no pudimos curar a nuestros heridos ni traer a los caídos en batalla. Solo el poderoso Lug se mantuvo a nuestro lado. Las flechas del enemigo también destrozaron nuestras filas. El hijo de Crimthan recibió un venablo en un ojo y no lucho más. Entonces el refulgente lanzo una carcajada y apareció la niebla. No vimos a Crimthan nunca más. Los hombres seguían muriendo y perdimos muchas cabezas, tantas que estorbaban la huida.

Una lanza me atravesó de lado a lado y caí. Uno de los Fir Figda me cerceno una pierna. Siguieron hacia Tara. El rey debe haber muerto. Ahora ha de estar en las moradas de Danamm. No hay sucesor y no ha llegado ayuda de Leinster.

Trato de arrastrarme, pero no tengo fuerzas. No puedo moverme. Mi pobre hermano. Poco tiempo empuñó la espada. Ahora somos sólo carroña. Esta oscureciendo. Tara ha de haber caído. Por eso prefiero morir. Si pudiera llegar hasta mi hermano. Pero estoy demasiado débil. Casi no veo. Ya no siento mis brazos. ¡Una luz! ¡Uno de las gentes de Danamm! Seguramente viene por mi. Iré a las moradas del otro mundo. Iré con los seres eternos. ¡Seré mas fuerte, invulnerable! Seré una sombra, un susurro en el viento. La mano de la venganza. ¡El anillo! Solo quiere el anillo. Lo arrancó del dedo de Naógain. Se ha ido. Oscurece. Hemos perdido. Moriré pronto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario