Finalmente lo habían logrado. Ahora conocían los errores del calendario juliano, del gregoriano, las mínimas variaciones de los cálculos mayas y aún más, los errores ciberneticos del último siglo. Ahora sí sabían la hora exacta. La ONU se entrevistó con los científicos. Quedaron impresionados y convencidos. Emitieron un boletín para todos los gobiernos del planeta. Era necesario comenzar a contar de nuevo. Se acordó un día en especial. El Natalicio de H.G. Wells. Ese día a las cinco de la tarde, se callaron todos los relojes.
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