Cómo destrozar el dulce cerrojo que atenaza mis pies a tus caderas, como suben las nubes sobre una ladera, cuando al fin cede,
Soy sólo un frágil haz de luz cuando te atravieso de furor arrebatado, como un arcoiris veloz y sojuzgado, por el rocío sublime de tus párpados, empapados ellos de alegría serena.
Y no hay pena, no hay trampa, no hay cosa que pueda mecerse entre nosotros cuando dejo caer mi lanza y curo mis heridas con cada caricia que me esconde de todos los pulsos que me das para habitar mi espíritu como fruta deseada de ser mordida
Soy renovado, soy otro y todo lo debo a ser obstinado, dulce, pendenciero y tosco, pero de ti esclavo hasta que el mundo sea otro.
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