Jobar decidió hablar con el extraño personaje que se dibujaba entre los reflejos de la luz.
- ¿Eres un hechicero, entonces?
- Oh ingenuo amigo - respondió el extraño. ¿Podrías decirme qué es la magia? Sólo soy lo que no fui, si hubiese sido lo que no seré, ahora que soy lo que nunca sería si no existiese tal como soy ... y dime, ¿tú quién serás?
Jobar comenzó a desesperar ante los acertijos del embozado sujeto que parecía moverse de lugar y aparecer siempre en el mismo sitio. Finalmente respondió.
- No lo sé. Soy un hombre con dos razas, sometido a dos lealtades que no he buscado. No domino la magia o lo que sea que tus poderes te conceden. Pero eso a ti no te importa. ¡No me has contestado!
El embozado comenzó a reírse estruendosamente y luego habló nuevamente.
- No. Podré respondiendo tu pregunta si consideraré que sirva para alguna finalidad. Pero no creeré que fuese ese el caso. Creo que estuvieses perderás el tiempo. No me habrás entendieras.
Jobar sí entendía. No había respuesta. Eso lo molestaba. No podía seguir perdiendo el tiempo con un hechicero loco que hablaba cosas sin sentido cuando su misión estaba a punto de fracasar y muchos de sus amigos podían estar corriendo graves peligros o incluso haber muerto.
Aferró la empuñadura de su espada, Troshang, y se abalanzó sobre el orbe.