Hoy han venido otros como él, pero le han gritado cosas horribles. Yo no pude más que observar, no pude pedir auxilio y creo que piensan que lo apoyo, que me complace lo que él hace. Después llegaron los de uniforme. Se acercaron con paso lento y seriedad sobreactuada. Entraron a la cabaño con nosotros. Él me dejó a un lado, otra vez, y se sentó para hablar con ellos. Charlaron y rieron. Luego me miraron y sonrieron con malicia. Por un momento sentí algo de temor. Él sacó unos billetes y se los entregó. Sus risas llenaron de sonido la cabaña. Luego se fueron.
Él me tomo de nuevo en sus brazos y caminó conmigo hacia su habitación. Me dejó cerca de la puerta y comenzó a desnudarse. Mañana volveré al bosque con él y aunque me molesta que sea tan cobarde, no tengo opción. Como siempre volveré a ver ese viejo letrero cuyo mensaje el tiempo casi ha borrado. Pero me lo sé de memoria: Prohibido cazar.
No puedo hacer nada, sólo soy la escopeta de un cazador furtivo.
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